Humanidad.

- ¿Qué sientes ahora mismo? - me preguntó.

Como era de esperar tuve ganas de tirarle algo a la cara, de destrozarsela. Aquellos pómulos altos, aquellos rasgos angulosos, aquella piel blanca y tersa que yo tanto amaba. Aquellos ojos del color del atardecer y que parecían tener la textura de la crema de cacahuete. Como también era de esperar dos segundos después me arrepentí de siquiera haberlo pensado pero no por ello desapareció toda la rabia, toda la ira ni todo el dolor. Ese que se me comía por dentro, que a pequeños bocados se iba comiendo la poca humanidad que me quedaba. Y al darme cuenta de esa realidad exploté.

- ¿Qué siento? - murmuré entre dientes - siento frío y calor. Siendo odio y amor. Tengo ganas de matarte y de abrazarte, de amarte una vida entera y de escuchar tus gritos de dolor día tras día. Tengo ganas de hacerte cosas que ni siquiera tienen nombre y que para tu desgracia y la mía no sé si son buenas o malas...

- Eres una chica realmente rara.

- Lo sé.

No pude evitar que una sonrisa irónica se colara en mi boca. Como tantas otras veces pero con un matiz mucho más oscuro, mucho más amargo.

- ¿Y qué puedo hacer yo?

- ¿Tu? Tristemente no puedes hacer nada... ni quieres ni puedes.

p.d. aún no te has ido y ya te echo de menos.